La Línea 1 del Metro de Santo Domingo, inaugurada el 30 de enero de 2009 bajo la presidencia de Leonel Fernández, fue la primera gran infraestructura de transporte masivo en el país. Conectando el sur con el norte de la capital, desde el Centro de los Héroes hasta Mamá Tingó, transformó la vida de los habitantes de Santo Domingo Norte.
Hoy, 16 años después, queda claro que este sistema no fue un lujo, sino una necesidad. Y su cierre parcial, por motivos de ampliación y mantenimiento, ha servido como una dolorosa lección para miles de usuarios que hoy sufren el colapso de la movilidad urbana.
“Ahora entendemos que el Metro es más que un tren. Es la única forma de llegar a tiempo, seguros y cómodos”, expresó Cristal Rosario, una trabajadora que se vio obligada a reorganizar toda su rutina laboral.
Muchos vecinos reportan que han tenido que despertarse dos horas más temprano para poder tomar una guagua de la OMSA, y aún así llegar tarde a sus trabajos o clases. A esto se suma el agotamiento físico por el calor, el hacinamiento y la falta de condiciones mínimas para el traslado de personas con movilidad reducida.
La crisis vivida en Villa Mella confirma una verdad que hasta ahora pasaba desapercibida: el Metro no es un lujo urbano, es un salvavidas colectivo.