Hace un año, el mundo presenció horrorizado el inicio de una búsqueda multinacional de un submarino comercial y sus cinco pasajeros que, días más tarde, acabaría en tragedia.
El angustioso acontecimiento provocó un estremecimiento en la pequeña pero creciente comunidad de entusiastas de los submarinos de aguas profundas. OceanGate, el controvertido operador del malogrado sumergible, se declaró en quiebra poco después de que las autoridades revelaron que la nave había implosionado al descender al lugar donde se encontraba el Titanic. Con el cierre de OceanGate, el mercado del turismo submarino parecía haberse cerrado de golpe.
Pero en lugar de hundir todo el sector, el suceso brindó a los operadores de sumergibles la oportunidad de redoblar sus mensajes sobre la seguridad y tachar a OceanGate de empresa sin escrúpulos.
Uno de los principales operadores de submarinos, deseoso de demostrar que el Titán no cumplía las normas del sector que pueden hacer que los viajes al fondo del océano sean relativamente seguros, ya está planeando su propio viaje a los restos del Titanic, adonde se dirigía el Titán antes de colapsar.