El dilema de Luis: reelección sin corrupción

PERSPECTIVA: El país se adentra al año preelectoral, periodo en el que desde la actividad política—de oposición y de gobierno—se suelten muchas amarras y aspiraciones contenidas, y donde, en muchos, la delicadeza y la ética entran de vacaciones, porque no falta a quien “se le suelte el loco” y llegue a pensar que desde un cargo público todo se puede. Pensamiento y reglas han ido cambiando en los partidos políticos, donde ya no hay ideologías, pero experiencias traumáticas del pasado llevaron al doctor Peña Gómez a ser un opositor rabioso de las reelecciones presidenciales, partiendo de que la búsqueda del poder desde el poder generalmente se presta para daños a la democracia y a una sana gestión, con el uso sin miramiento de recursos públicos en favor de quien sea el candidato gubernamental. Por suerte para el pais y la sanidad institucional, se entiende que, ni en mente ni ánimo del presidente Luis Abinader, se anide la premisa de que “el poder es para usarlo”, sino todo lo contrario.

En lo que sería una gran prueba y quizá su mayor reto de cara al país, el hombre ha proclamado que: “ningún evento, absolutamente ninguno, ni político ni electoral ni de gobierno, nos va a disminuir todo el plan que tenemos de lucha contra la corrupción y de cero tolerancias”. Ojalá y eso sirva de control y freno a gente del Partido y del entorno, que sin el jefe del Ejecutivo haber fijado posición sobre sus aspiraciones a futuro, han comenzado algunos aprestos tempranos en favor de cuatro años más. No lo ha dicho ni está impedido de ir por un nuevo mandato, pero se entiende que estaría cuasi obligado a encabezar la boleta del PRM y batirse en la contienda electoral con el doctor Leonel Fernández, debido a que en la organización política oficial no hay otra figura del nivel y las condiciones del primero que garantice un buen desempeño en las urnas.

Hay un tema o dilema con el que tendría que lidiar el presidente Abinader, si opta por buscar un nuevo mandato, a partir del 2024. Y sería el de cómo mantener en alto y con éxito su bandera de lucha contra la corrupción y la impunidad—que fue factor de triunfo en la pasada contienda, frente a la muy cuestionada gestión de Danilo Medina, el PLD y varios colaboradores llevados a la justicia—si el presidente buscara repetir en el gobierno y a la vez evitar que en su intento se filtre la corrupción. Puede que no pase de quimera, que sea una misión–o pretensión–imposible. En toda acción o intento de reelección, siempre, hay, sino hechos reales y sin guardar formas, por menos amagos y grandes riesgos de uso de recursos públicos en favor del o los candidatos oficialistas.

 No hay que ir lejos: ahora, por ejemplo, el “ruido” que traspasa el ámbito político apunta al reclutamiento y “traslado” de un determinado número de síndicos o alcaldes que han cambiado la franela de su organización por la del PRM en el poder. La coincidencia–que da pie a la crítica–es que el cambio de color y de partido vino tras un aumento presupuestal considerable a sus respectivos ayuntamientos. El aumento, como tal, es bueno, porque beneficia a las comunidades.

El asunto es que el “agradecimiento” y cambio de partido no luce -ni es- gratuito, ni espontáneo. Aunque hay un avance, de todos modos, porque en otros tiempos lo que se conocía era el “ahogamiento” económico de los cabildos cuyos titulares eran de la oposición. Sobre la reafirmación del discurso-compromiso del presidente, cierto que en su gestión se advierten esfuerzos personales en materia de transparencia – pese a uno que otro “salto de la cerca” – pero todavía lucimos cortos y que nos falta un empujón mayor para evitar la impunidad de algunos exservidores públicos que exhiben fortunas que no tendrían manera de justificar. Y es que, pese a la línea desde la cabeza del Ejecutivo y el notable “ajetreo” del Ministerio Público, los procesados hasta ahora son una mínima parte del montón que el tufo, las evidencias y fuertes sospechas señalan que deberían ser llamados a rendir cuenta, pero que todo apunta a que, por circunstancias o razones especiales de alta política (¿), muchos se saldrían con las suyas y el brazo de la justicia no llegaría hasta ellos. Por cierto, muy, muy lamentable.

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