Siria, AFP.- En un laboratorio farmacéutico de Siria, Rashid Al Fayçal y su equipo trabajan sin cesar en la producción de hidroxicloroquina, un medicamento contra la malaria por el que han apostado las autoridades para tratar a los enfermos del nuevo coronavirus.
Todavía no existen pruebas de que este derivado de la cloroquina sea eficaz para prevenir o curar la enfermedad de COVID-19, pero los médicos sirios –como otros en el resto del mundo– lo están utilizando.
El laboratorio de Fayçal, de gestión privada, es uno de los seis con licencia para fabricar ese medicamento en Siria, un país en guerra en el que se han detectado oficialmente 45 casos de contagio, incluyendo tres decesos.
«La demanda se ha intensificado después de la crisis del coronavirus. Importamos la materia prima y empezamos a producirlo», indicó el responsable del establecimiento, ubicado en Homs (centro).
En otra habitación, varios empleados con mascarilla envasan las píldoras.
En una semana, han fabricado 12.000 cajas de 30 comprimidos, pero se han marcado el objetivo de alcanzar las 40.000 cajas en los próximos días.
«Esta cantidad cubre la demanda e incluso más», asegura Fayçal, de unos 60 años.
– Sanciones occidentales –
El nuevo coronavirus ha matado a más de 265.000 personas en todo el mundo hasta la fecha, y todavía no se ha encontrado la vacuna.
En varios países, algunos médicos están utilizando medicamentos antimalaria con los pacientes y aseguran que el tratamiento funciona. El presidente estadounidense, Donald Trump, llegó incluso a decir que la molécula era un «regalo de Dios» contra la pandemia.
Sin embargo, las autoridades médicas de varios países aconsejan que no se utilice, a falta de estudios clínicos a gran escala que prueben su eficacia, y advierten que la hidroxicloroquina puede provocar complicaciones cardíacas.
También la Organización Mundial de la Salud (OMS) insiste en que no hay pruebas científicas suficientes que confirmen su eficacia contra la COVID-19 y subraya que los efectos secundarios pueden ser letales.
Pero Siria decidió apostar por la molécula, aunque fabricar el medicamento suponga todo un desafío en el país, en guerra desde 2011 y golpeado por las sanciones económicas ordenadas por Europa y Estados Unidos.
Las sanciones afectan «a los sectores que participan en la fabricación de los medicamentos», como los importadores de «materias primas», los proveedores de «piezas de repuesto para la maquinaria de laboratorio» y también a las «transferencias bancarias», lamentó Sawsan Berro, responsable del ministerio de Salud.
– ¿Exportaciones? –
Un cúmulo de dificultades que hicieron dudar a Rashid Al Fayçal antes de lanzarse a la aventura.
«Estamos en un país asediado», afirma, en alusión a las sanciones. «Las transacciones financieras son muy difíciles, como las importaciones y las exportaciones».
Sin explicar de qué modo ha conseguido las materias primas, reconoce que el proyecto le ha supuesto «el mayor riesgo» de su vida. «Habría podido perder mucho», admite.
Pero, pese a todo, el responsable de control de calidad de su laboratorio, Abdel Karim Darwich, es optimista y se plantea, incluso «exportar el excedente» si las condiciones lo permiten, cuenta a la AFP.
En los últimos días, la demanda de hidroxicloroquina se ha disparado en Siria, y la caja se paga ya a 100 dólares en el mercado negro. Su precio oficial es de 6.800 libras sirias (menos de diez dólares).