India.- Los cuerpos de las víctimas del coronavirus confluyen hacia Nueva Delhi, y tanto las piras tradicionales como los crematorios modernos funcionan hasta muy tarde, mientras el balance de la pandemia se agrava en el país.
En Nigambodh Ghat, donde se ubica un crematorio eléctrico, vecino del más antiguo y principal lugar de incineración de la capital india, la humareda de las piras al aire libre irrita los ojos de los empleados y de las familias. El lugar sigue abierto mucho más tiempo de lo habitual, a partir de las ocho de la mañana y hasta muy tarde en la noche.
India es uno de los países más golpeados por la enfermedad covid-19, con unos 240.000 casos oficiales y más de 6.700 muertos, entre ellos 650 en Delhi, aunque según la prensa son más.
Según la comisión que administra Nigambodh Ghat, más de 500 personas muertas por el coronavirus han sido incineradas en este lugar en dos meses. En la capital india, otros tres sitios de incineración y al menos dos cementerios acogen los cuerpos de las víctimas del virus.
Las autoridades han ordenado la incineración de víctimas en hornos modernos, por medida de precaución. Pero solamente tres de los seis hornos en Nigambodh Ghat funcionan, y durante la semana pasada fue necesario autorizar la utilización de piras tradicionales que forman parte del ritual hindú de funerales.
Los allegados de las víctimas deben hacer una cola ante la entrada para pasar por un «túnel de saneamiento», y luego esperar durante horas la ceremonia, con la angustia de que el virus se propague, explica Suman Kumar Gupta, miembro de la comisión que dirige la instalación.
«Les gustaría que todo fuera más rápido, pero solo tenemos tres hornos que funcionan», dice.
– Morgues atestadas –
En los alrededores, se siente la presión. Llegan las ambulancias, cargadas cada una con cuatro o cinco cadáveres. Vienen de hospitales cuyas morgues están atestadas debido a la pandemia, según indican las informaciones de prensa.
Son necesarias alrededor de dos horas para incinerar un cuerpo en el crematorio, y más tiempo en una de las piras constantemente alimentadas por madera, transportada en carretas por decenas de empleados.
Ante los hornos, ocultos detrás de una pantalla, se ubican los familiares. Sus rostros están cubiertos por mascarillas, y solo aparecen sus ojos, llenos de lágrimas.
Narendra Vashisht, de 68 años, esperó dos horas antes de percibir por la ventana el cuerpo de su hermano, que era preparado para la incineración. «No es nada fácil. Tuvimos que repetirles que se apresuraran», dice.
Antes de la pandemia, las familias indias respetuosas de las tradiciones desconfiaban del crematorio eléctrico. «Debimos convencer a la gente para que lo utilizara» recuerda Gupta. Pero ahora todo ha cambiado: la enfermedad los aterra.
Sobre las piras, los empleados, con el rostro enmascarado, instalan los cuerpos, envueltos en bolsas. Sobre cada uno, esparcen a veces guirnaldas antes de encender la pira, ante la mirada de tres o cuatro familiares, autorizados a asistir.
A Gupta le preocupa la falta de material de protección para los empleados, que parecen sin embargo poco angustiados.
Uno de ellos, Sanjay Sharma, enciende una bidi –cigarrillo tradicional– mientras que una familia sigue inmersa en su recogimiento. Sanjay piensa que lo peor queda por llegar en la capital. «Pero haremos todo lo posible para que cada muerto sea tratado con respeto» asegura.
«Es lo menos que podemos hacer por estas familias rotas de dolor».